La frase más común y repetida bajo el actual gobierno es el llamado “proceso de cambio”. Todo se explica y se justifica en base al “proceso de cambio” que pasó a ser un concepto indiscutible. Sinónimo de revolución, ante la cual no hay sino la opción de sumarse o apoyarla sin condiciones.
Para ver si tiene el contenido que se pretende o si no es más que una frase hueca es necesario analizarla más de cerca. En primer lugar y para empezar, los cambios revolucionarios, profundos, fueron planteados por la insurrección de octubre de 2003, vale decir las tareas centrales del país para salir del atraso: la ruptura con el imperialismo nacionalizando sin indemnización a las transnacionales petroleras y todas las demás, y la solución a la cuestión de la tierra, expropiando sin pago a la oligarquía terrateniente, básicamente de la media luna.
En segundo lugar, se puede constatar a flor de tierra que el gobierno de Evo Morales, ni nacionalizó los hidrocarburos y demás recursos sin indemnizarlos, ni expropio a la oligarquía terrateniente. Perdonó a las transnacionales, sin aplicarle siquiera las auditorías, cambiando contratos para compartir la explotación de los recursos. Las otras “nacionalizaciones” se han hecho comprando activos de las depredadoras. Elevó a rango de Constitución Política del Estado las enormes propiedades de la oligarquía terrateniente dejándola intacta como clase dominante. Le otorgó encima autonomía, aunque no todo lo que pedía, para ejercer su poder impunemente. En el fondo de todo esto, garantizo vía Constitución, la gran propiedad privada que es la base del poder oligárquico-imperialista en el país. (Como lo hemos repetido mil veces no estamos juzgando al gobierno en tanto que socialista que no tiene nada de socialista, sino de antiimperialista y antioligárquico de lo cual sí se reivindica, pero lastimosamente es en este terreno que se aplaza).
Por estas medidas de reformas tibias, se expulsó al embajador del imperialismo norteamericano, pero las empresas siguen saqueando nuestro país en calidad de “socias”. Se recuperó sólo una parte menor de lo que nos pertenece. Pero, se entregó el Mutún y sigue esa misma suerte el Litio. Se otorgaron bonos paliativos, pero los sueldos y salarios no cubren el alza del costo de vida que se duplicó en estos cuatro años. Tampoco se ha atacado a fondo el desempleo que ha generado el éxodo masivo de la fuerza de trabajo. Se reconoce algunos derechos de los pueblos originarios, pero son incluidos en un Estado capitalista semicolonial, es decir de dominación oligárquico imperialista. Por eso las naciones originarias no tienen la representación que aspiran en la llamada Asamblea Legislativa Plurinacional. La derecha oligárquica que no ha sido liquidada tiene derecho a veto, incluso para señalar cuantos votan en el extranjero. Y así varios otros cambios por el estilo. Cierto, se pueden ver algunos cambios, pero en lo fundamental el país continúa inserto en la cadena de dominación imperialista. No por nada Evo Morales hasta le rinde pleitesía al rey Juan Carlos de España rogándole para que lastras nacionales vengan a explotar en el país.
En esto consiste el “proceso de cambio”.Limitó y cercenó lo que planteó Octubre. Todo lo central en el programa de gobierno de Evo Morales está hecho. No existe a la vista una modificación fundamental que no sea seguir por el mismo carril reformista. Ahora se apresta a implementar la Nueva Constitución Política del Estado pactada con la burguesía que resume su programa y para cuya tarea anuncia más consenso con la oligarquía y la derecha. Por eso tiene como candidatos, expertos en el arte de la conciliación de conflictos. Lamentablemente, no se puede esperar más de este “proceso de cambio” trucho, huero, que se opuso desde el principio a los cambios revolucionarios planteados por la insurrección de octubre. Hay que volvera la insurrección para cambiar el país de raíz.