Cuando el gobierno del MAS mueve todo el aparato estatal boliviano para tratar de imponer el discurso de que en Bolivia hubo golpe de Estado y no una insurrección contra ellos, no solo busca reescribir la historia de 2019, sino y principalmente, allanar el camino para derrotar la movilización actual de la clase trabajadora y cerrar el proceso de ascenso revolucionario agudizado desde la caída de Evo Morales.
Por más sellos de abogado, resoluciones de fiscales y montones de papeles de tinterillos al servicio del Ejecutivo, no se puede tapar el sol con un dedo. Del 25 de octubre al 10 de noviembre – fecha de renuncia de Evo – la característica fundamental del proceso no fue aquel de militares acribillando trabajadores o disparando a Morales y sus ministros; sino, la tremenda movilización de masas que quebró todas las instituciones del Estado Burgués incluyendo a la policía. Dos meses antes de la caída de Morales y semanas antes de las elecciones presidenciales de 2019, el magisterio y trabajadores de salud se declararon en emergencia por falta de recursos y violación constante de sus derechos por parte del gobierno. De igual manera, los cocaleros de ADEPCOCA fortalecían su movilización en defensa de la libre producción de la hoja milenaria que Morales amenazaba con erradicar. Los mineros asalariados de Potosí, de la mina más grande de Bolivia, San Cristóbal, libraban una lucha contra la patronal transnacional SUMITOMO exigiendo el pago de salarios devengados de hace más de 10 años y desenmascararon al gobierno masista que la defendía. Así también los mineros de Chojjlla luchaban contra sus patrones y llegaron a la misma conclusión de que el gobierno beneficiaba a la burguesía. Mineros de Tierra S.A entraban a la lucha de igual modo. En Potosí, el MAS había entregado el litio al imperialismo alemán. La clase trabajadora, incluyendo a los mineros de San Cristóbal y mineros cooperativistas, cerraron filas para rechazar el negociado espurio de Evo Morales y emprendieron la tenaz lucha por la recuperación del litio. Lo propio con fabriles contra los despidos y persecución política, las universidades por falta de recursos para educación superior, recordando que había pasado un año de haberse descubierto que el asesinato de un estudiante en la anterior batalla por recursos fue el Gobierno de Evo. Los comunarios de Achacachi, población con una importante sección de los Ponchos Rojos se autogobernaban después de haber expulsado al alcalde del MAS de su territorio por corrupción, y su autogobierno se mantuvo a pesar de la asfixia económica del gobierno central que buscaba derrotarlos cortándoles todo presupuesto regional municipal. Todas estas luchas juntas se libraban antes de las elecciones, a días, a horas de las mismas.
Antes de las elecciones ya había perdido el MAS. Cuando llegaron los comicios, los masistas se toparon con este sentimiento de clase trabajadora cultivado mucho antes. Cuando la oposición de derecha tradicional hoy dice que todo surgió únicamente por un fraude electoral pretenden tapar el proceso revolucionario profundo que vivió Bolivia contra Evo Morales. Los días de octubre y noviembre concentraron una movilización insurreccional que produjo un vacío de poder a todas luces, el fraude electoral que el MAS niega con sus jueces y fiscales fue simplemente la gota que derramó el vaso. La OEA fue invocada por el gobierno para que aplique la misma política que desplegó en Nicaragua y Venezuela, anunciar auditoría a las elecciones para que las masas se desmovilicen y salvar al gobierno, tal como hicieron con Maduro y Ortega, pero el proceso boliviano pasó por encima de las elecciones burguesas. La policía, que los primeros días apuntaba sus armas contra los insurrectos, gasificaba las universidades y arrestaba a la juventud enardecida, se quebró y se insubordinó. Claramente se produjo una crisis revolucionaria y no un golpe. Eso significó que se puso en cuestión quién debía tomar el poder en el vacío. Y no una cuestión referida a personas, sino a clases sociales. La institucionalidad burguesa estaba prácticamente destruida al caer Evo, por lo que la toma del poder era posible para la clase trabajadora.
El mismo Evo Morales escribió en su libro «Volveremos y Seremos Millones» que la decisión de la Central Obrera Boliviana de pedirle su renuncia y negarse a defender a su gobierno fue el punto determinante para su retirada. Y en efecto, las bases de la COB rechazaron a Morales, por lo que la burocracia de la Central no pudo hacer nada para defenderlo. Del 25 de octubre al 10 de noviembre el movimiento de masas no salió a defender a Morales, el único movimiento de masas en las calles era el que estaba en su contra. De ahí que el mismo dirigente de la COB, Huarachi, por presión de los trabajadores, se vio obligado a solicitar la renuncia de Evo por aquel momento, para no ser barrido por la movilización.
A la pregunta, ¿después de Evo quién debía gobernar el país? considerando que en sus 14 años demostró ser un gobierno burgués al servicio de las transnacionales, y que su caída fue producida por una movilización insurreccional que dejó un aparato estatal burgués debilitado, debía edificarse un verdadero gobierno obrero y campesino. La COB era el organismo indicado para edificar esa tarea. Pero para ello debía producirse una lucha de toda la izquierda por aplicar esta política. Sin embargo, la mayoría estaba absorbida al MAS sea dentro de este partido o fungiendo como sus satélites, y se colocaban en la línea de defender a Evo y reprimir con dureza la movilización. Esta es la izquierda que se quedó (y se sigue quedando) en silencio ante los ataques armados de paramilitares del MAS contra mineros y maestros.
Dentro del trotskismo boliviano, el POR Lora, en lugar de buscar la independencia de clase, reivindicaba a los Comités Cívicos del Bloque del Sur, pero al ser organismos policlasistas no podían llevar a la clase obrera al poder como era de esperarse. Por sus características pequeñoburguesas fueron furgón de cola de la sucesión burguesa a Evo. La realidad planteó un cambio de clase social en el poder. Para terminar de sepultar al Estado Burgués y a los explotadores y tener Salud trabajo y educación, debía lucharse por dar todo el poder a la COB. Esta línea fue dada por los trotskistas del MST boliviano.
La idea de Golpe que ahora el MAS impone con jugadas de tinterillo es para negar que el problema del poder estuvo planteado al orden del día. Que era la tarea principal a discutir y definir en la COB y todas las organizaciones de trabajadores.
El MAS, sus satélites y la burocracia sindical dieron un combate a muerte contra esta salida. Los paramilitares armados por Evo dispararon contra mineros y maestros en la carretera de Vila Vila y Challapata para evitar que lleguen a La Paz en el vacío de poder. Su política le dio tiempo a que los explotadores diseñen la sucesión burguesa y nefasta de Jeanine Áñez.
Si la clase trabajadora y sus direcciones no se definen a tomar el poder en los momentos cruciales, la clase dominante, por más debilitada que esté, no se quedará con las manos cruzadas y moverá cielo y tierra para llenar el vacío a su favor. Por la traición de las direcciones vinculadas al MAS, Áñez ascendió al poder. Pero lo hizo en pleno ascenso revolucionario, por lo que ella también podía caer.
El MAS, que desinformaba a todo el campo sobre lo sucedido, aprovechó la quema de la wiphala por parte de sectores añistas para generar movilizaciones con el discurso de golpe de Estado. El problema era que la estrategia que tenían era el retorno de Evo. El MAS azuzó la intervención de sus exparamilitares y lúmpenes pagados, mismos que dispararon a los mineros de Potosí y maestros de Sucre que días antes pedían la renuncia de Evo, para provocar enfrentamientos con Áñez y cumplir su estrategia.
Áñez creyó que contaba con apoyo masivo por solo oponerse al derrocado Evo y que podía aplicar de frente la mano dura y constituirse como un gobierno fuerte para la burguesía, por ello sacó a los militares aprovechando las provocaciones de lúmpenes y exparamilitares del MAS que desvirtuaban las movilizaciones. La base de Sacaba y Senkata se movilizó por la Wiphala, no por el retorno de Evo, pero quedó atrapada entre los militares de Áñez y los paramilitares – lúmpenes del MAS. Se produjeron así los lamentables decesos de Sacaba y Senkata.
Sin embargo, eso en ningún modo estabilizó al gobierno de Áñez instaurando una «dictadura golpista», todo lo contrario, la desestabilizó tanto que la colocó al borde del abismo y casi de inmediato se vio obligada a suplicar un diálogo con la COB para obtener la gobernabilidad que por su propia cuenta no podía obtener. Finalmente, no fue el parlamento ni los militares ni ninguna institución burguesa la que le dio el respiro para gobernar a Áñez, sino la dirección traidora de la COB que el 25 de noviembre de 2019, aglutinando a las principales direcciones del movimiento de masas, firmó con el gobierno la tregua y pacto de gobernabilidad.
Esto indica claramente el nivel de traición de la dirección Huarachi, que hoy es el brazo derecho del gobierno de Arce, pero también indica la capacidad y fuerza del organismo obrero, COB. Áñez solo se pudo mantener en pie mientras tenía la tregua de la COB. Por tanto, en el momento de que se le retire dicha tregua, Áñez perdería toda sostenibilidad y estaría nuevamente al borde del precipicio.
Y precisamente eso sucedió en julio y agosto de 2020, en medio de la crisis sanitaria por la pandemia, período en el que claramente Áñez no podía gobernar el país. La marcha obrera por salud, trabajo y educación alumbró con claridad el poder dual de la COB que desembocaría en una huelga general. Todo el poder a la COB era la tarea central nuevamente. Pero el MAS, que gobernaba con Áñez en el parlamento que nunca se cerró y la burocracia de Huarachi desarticularon la huelga con la consigna de “cambio de fecha de elecciones”. Todas las aspiraciones de derrocar a Áñez vía una revolución, se lograron desviar con esta consigna a la salida muerta de la reacción democrática burguesa
Cuando Arce y el MAS enarbolan esa consigna como si aquello hubiera sido una conquista de las masas, omiten decir que la fecha electoral que cuestionaban no se cambió. Que la dirigencia aceptó la fecha de Áñez. La Huelga que duró dos semanas se levantó sin conseguir nada a favor de los trabajadores, sino a favor de la burguesía, puesto que sí se consiguió desgastar las fuerzas de las masas y el doble poder. Organizaron la huelga para traicionarla de antemano con el fin de quemar la ira de las masas contra el gobierno sin cambiar al gobierno. Solo después de ese desgaste es que la burguesía tuvo un camino más o menos despejado para realizar sus comicios electorales. El MAS salvó a Áñez de caer por insurrección y a la burguesía de ser barrida por una revolución obrera y socialista.
Arce sube al poder después de este proceso de traiciones a dos revoluciones inconclusas para reconstruir el Estado Burgués maltrecho por el ascenso de masas. Por eso recompone a la policía, a los militares y todas las instituciones burguesas debilitadas antes, tarea que Áñez no pudo hacer. Y desde el aparato estatal vuelve con la campaña de que en Bolivia hubo Golpe de Estado no para defender a las víctimas de Sacaba y Senkata, sino para defender el plan bonapartista (dictatorial) del MAS. Para decir que cualquiera que se movilice contra el MAS merece cárcel por ser supuestamente «golpista», de derecha, para despedir a los que se movilizaron como viene haciendo en las fábricas (caso emblemático de Vinto).
Pero en su gobierno hay movilizaciones por salud trabajo y educación, pues esas cuestiones no están resueltas. Especialmente los trabajadores de salud que fueron también vanguardia en la caída de Evo morales, mantienen un constante estado de emergencia por elementos de bioseguridad, pago de salarios adeudados de meses, mayores recursos para infraestructura, medicamentos, personal, entre otras, y la respuesta que reciben del MAS es que son golpistas por movilizarse. No hay nada más pérfido que ese discurso de golpe para desvirtuar movilizaciones justas.
El discurso de Golpe del MAS le sirve para la reactivación del proyecto bonapartista del entorno de Evo Morales. Aplicar leyes para cercenar la movilización de las masas que hoy luchan contra Arce por Salud, Trabajo y Educación. Así se aprobó la ley de emergencia Sanitaria que prohíbe el derecho a la protesta. Así se ataca a los trabajadores.
Esta campaña de Golpe le sirve también al gobierno para polarizar la situación y evitar que las fisuras dentro de sus filas se sigan abriendo más de lo que ya se han abierto. La oposición interna del partido azul contra Evo iba acrecentándose al punto de que los bonapartistas que dirigen la organización tuvieron que postergar su congreso que debía realizarse en Junio. La campaña de Golpe ha logrado acallar las críticas internas colocando a todo militante que se ponga a Evo como golpista, haciendo retroceder a la gran mayoría. En el caso de las rupturas burocráticas como la de Eva Copa; esta ahora dice abiertamente que hay que defender al gobierno de Arce hasta que finalice constitucionalmente su mandato, «los alteños no permitiremos que desestabilicen a nuestro gobierno» expresó. El tema es que quien «desestabiliza» al gobierno son trabajadores que se movilizan por salud, trabajo y educación, así que la amenaza va para los sectores explotados y oprimidos más críticos. A pesar de que ella ha sido la que reiteradamente declaraba a los medios que no hubo ningún golpe de Estado, su pelea con el MAS fue meramente por candidaturas, no por programa. No existe oposición de izquierda en la alcaldesa de El Alto. Como la mayoría que ha tenido la formación política evista, se ha ido alineando a la campaña del MAS.
La historia fue clara, y no es como dice la oposición de Carlos Mesa o el CONADE, que con su consigna de «No fue golpe, fue fraude» pretenden como el MAS invisibilizar el proceso revolucionario, no, lo que hubo fue categóricamente una revolución contra un gobierno burgués de falsa izquierda como el MAS, cuestión que abre un paso fundamental para discutir la toma del poder de los trabajadores inmediatamente después a la caída de este tipo de gobiernos por insurrección, pero no solo eso, pues también se planteó la toma del poder frente a Áñez, abriendo paso a discutir esta necesidad cuando caen gobiernos burgueses en general por insurrección y a identificar el organismo de doble poder para concretar la gesta revolucionaria.
Decir que hubo golpe es defender a la burguesía disfrazada de izquierda en contra de la revolución. Es defender a Arce para derrotar el ascenso revolucionario boliviano. Es avalar el proyecto bonapartista en curso traicionando a la clase trabajadora.
Hoy debemos luchar por articular las movilizaciones contra las nuevas farsas del MAS y de la oposición parlamentaria que le hace el juego, por salud, trabajo y educación. Realizar una nueva revolución que lleve a los trabajadores al poder, derrotando al falso socialismo del MAS y a las sucesiones burguesas que nos pretendan imponer.
Agosto 2021
Movimiento Socialista de los Trabajadores de Bolivia