Orlando Gutiérrez, dirigente de la Federación Sindical de Mineros de Bolivia (FSTMB), murió en la madrugada del 28 de octubre en la clínica CEMES de Ciudad de La Paz. Fue internado en el nosocomio el 22 de octubre por un golpe que habría recibido en la cabeza en una situación aún no esclarecida.
El MAS y la burocracia sindical de la COB arguyen que fue víctima de bandas fascistas, justo después del triunfo electoral de Arce. Sin embargo, la internación médica de Gutiérrez no fue acompañada de la correspondiente campaña de denuncia. No se mostró en ningún momento su situación física como se suele hacer de inmediato cuando un obrero es herido de gravedad por la policía o grupos políticos de la burguesía. Y tanto los informes médicos como familiares son muy parcos al respecto.
La muerte de Gutiérrez solo le ha servido al MAS para seguir agitando la falsa idea de que cualquiera que se oponga a ese partido es un fascista y elevar a nivel de mártir de los trabajadores a un dirigente que siempre luchó contra la independencia de clase, que benefició en todo momento al proyecto bonapartista de Evo en el pasado, y ahora, en el último tramo de su vida, al naciente gobierno burgués de Arce. A pesar de que el MAS despreció sus peticiones, colindantes con la súplica, de ser candidato a diputado o senador en sus filas.
Gutiérrez fue ejecutivo de la FSTMB desde el 2015. Su gestión resalta por la colaboración con la patronal. En la mina de Colquiri, impulsó con el gobierno de Evo el incremento de la explotación, intensificando la producción de mineral en el mismo tiempo de trabajo. Se la jugó por acrecentar la plusvalía absoluta, exigiendo a las bases quedarse más horas en la mina con el argumento de poner el hombro a la empresa.
El 2017 desarrolló con el MAS la militarización de la mina de Huanuni, otorgando el control de los barrios obreros y alrededores a las FF.AA., política que se enfrentó al movimiento de desempleados de esa localidad y que se llevó la vida de varios de ellos, acusados injustamente de ser ladrones.
Defendió el nuevo código penal de Morales que era más represivo que el del dictador Bánzer. Una huelga encabezada por la COB y una dirección disidente al MAS derrotó su aplicación y abrogó la norma. La Central Obrera Se encaminaba a un congreso que podía recuperar la independencia de clase. Pero, con la injerencia del gobierno burgués de Evo, Gutiérrez organizó el 2018 un congreso paralelo y burocrático de la COB en el que la aristocracia obrera designó a Huarachi como nuevo ejecutivo del ente matriz. Impidieron así la realización del congreso independiente. El mismo año, los dos burócratas impusieron el silencio sindical prohibiendo movilizarse a los trabajadores con el argumento descarado de no desestabilizar al gobierno, colocándose en contra de las reivindicaciones económico sociales apremiantes. Una línea que las bases obreras y campesinas desacatarán con su acción directa.
Gutiérrez fue un gran obstáculo en la lucha de los mineros de San Cristóbal de Potosí, la mina más grande de Bolivia, que exigía el pago de salarios adeudados en enfrentamiento directo contra la transnacional SUMITOMO y el gobierno de Evo. La dirección de la FSTMB los dejó solos en la batalla, para luego arremeter en contra del sindicato calificando a su vanguardia de «golpistas» y «fascistas». El mismo proceder aplicó contra los trabajadores movilizados de la mina Chojlla y Tierra S.A.
Con la intensificación de las protestas, la presión de las bases obreras le llevó a pedir la renuncia de Evo Morales en noviembre de 2019, por temor a que avance la sublevación a derrocarlo a él también. En la lucha insurreccional que derrocó a Evo, se opuso fervientemente al poder obrero y campesino de la COB, dejando que el vacío de poder sea llenado por la burguesía con Jeanine Áñez. En lugar de llamar a la huelga general para derrocarla, se escondió e impulsó que la dirección de la COB firme el pacto de gobernabilidad con Áñez el 25 de noviembre de 2019 bajo la sagrada salida burguesa de elecciones.
Gutiérrez volvió a ratificar el silencio sindical en un ampliado burocrático de la COB tras el pacto con Áñez. La clase trabajadora volvió a desacatar esa determinación y se movilizó hasta centralizar sus luchas por Salud, Trabajo y Educación derrotando la estrategia desmovilizadora de su dirección. En julio y agosto, obreros y campesinos recuperan la COB para la lucha y se movilizan juntos. Se ponen a un paso de derrocar a Áñez por insurrección, el régimen se mostró tan debilitado que no tuvo fuerza alguna para reprimir, pero, los traidores desviaron la gesta revolucionaria a la salida muerta de elecciones otra vez, dándole una nueva tregua a Áñez. Tras esa traición se impuso la reacción democrática beneficiando al MAS y surgió un gobierno burgués más fuerte que el de Áñez y que a los trabajadores les costará más enfrentar.
No se han conseguido las reivindicaciones de Salud, Trabajo, estabilidad laboral y Educación y se perdieron oportunidades valiosas de luchar por el gobierno obrero y campesino de la COB por culpa de la burocracia traidora, de la cual, Gutiérrez fue uno de sus máximos representantes.
El proletariado requiere de nuevas direcciones clasistas y de combate. Reivindicar el surgimiento de ese nuevo tipo de líderes, mientras que la burocracia traidora solo merece ser sepultada en el pasado.